«No disponemos sólo de nuestras propias fuerzas para amar, comprender y servir a Dios, sino de todo a la vez, desde la Virgen bendita en la cima de los cielos hasta el pobre leproso africano que con una campanilla en la mano se sirve de una boca medio podrida para pronunciar las respuestas de la misa. Toda la creación, visible e invisible, toda la historia, todo el pasado, todo el presente y todo el porvenir, toda la naturaleza, todo el tesoro de los santos multiplicado por la Gracia, todo esto está a nuestra disposición, todo esto es prolongación y nuestro magnífico instrumental. Todos los santos, todos los ángeles nos pertenecen. Podemos servirnos de la inteligencia de santo Tomás, del brazo de san Miguel y del corazón de Juana de Arco y de Catalina de Siena y de todos esos recursos latentes que nosotros no tenemos más que tocar para que entren en ebullición. Todo lo bueno, grande y bello que se hace de un extremo al otro de la tierra, todo lo que tiene santidad como un médico dice de un enfermo que tiene fiebre, es como si fuera nuestra obra. ¡El heroísmo de los misioneros, la inspiración de los doctores, la generosidad de los mártires, el genio de los artistas, la oración inflamada de las clarisas y de las carmelitas, es como si fuéramos nosotros, ¡son nosotros! Del Norte al Sur, del Alfa al Omega, de Oriente a Occidente, todo esto forma uno con nosotros; nos revestimos de todo esto, lo ponemos en marcha, en una operación orquestal que se nos revela y nos anonada a la vez. Alimento, respiración, circulación, eliminación, apetencia, balance exquisito del derecho y del tener, todo esto que en el cuerpo indiviso es confiado al pueblo que canta en grupos pequeños, todo esto encuentra su equivalente en el interior de esta inmensa circunscripción de la Cristiandad. Todo esto que está en nosotros acaso sin que nosotros lo sepamos, lo traduce la Iglesia en amplios rasgos y lo pinta fuera de nosotros sobre una escala de magnificencia. Nuestros pequeños impulsos ciegos son adaptados, retomados, interpretados, desarrollados, por inmensos movimientos estelares. Fuera de nosotros, a distancias astronómicas, desciframos el texto microscópicamente inscrito en lo más profundo de nuestro corazón».
PAUL CLAUDEL interroga el Cantar de los Cantares. Citado en Henri de Lubac, Meditación sobre la Iglesia, Ed. Encuentro, p. 261
Vídeo de la primera sesión del Seminario sobre el libro Meditación sobre la Iglesia.
Etiquetas: Esperanza, Formación cristiana, La alegría de creer
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