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Su adversario fue la mentira
«Teresa del niño Jesús se asemeja a un hombre que combate con todas sus fuerzas contra algo de lo cual no vemos ni la figura exacta ni la peculiar agresividad. Sólo en los últimos años, cuando ella misma sabe que ha vencido, se revela, para nosotros y quizá también para ella, la cara de su adversario: su adversario fue la mentira. La mentira en todas las formas que puede adoptar en el cristianismo, de enmascarada inautenticidad, de semiautenticidad, de transición, aquella zona en que santidad y beatería, arte y ñoñez, verdadera impotencia y despreciable debilidad, vienen a formar una madeja inextricable. El hado de Teresa fue tener que vivir en esta zona fronteriza […] con palabras e imágenes de ñoñez, tuvo que combatir a vida o muerte contra el embuste de la ñoñez. […]
De este modo su vida se convierte en batalla continua […] lucha con la espada del espíritu contra la falta de espíritu, con la espada de la verdad contra las filas impenetrables de la mentira […]. Con la impotencia de la tierna raicilla, pugna por abrirse paso a través de la dura roca y termina finalmente por resquebrajarla. […]
Teresa tiene que avanzar entre las empalagosas cursilerías y falsificaciones, hacia la sencilla y desnuda verdad del Evangelio: “Lo que me hace bien, cuando pienso en la sagrada Familia, es imaginarme una vida completamente ordinaria. […] El niño Jesús no tenía que hacer milagros […] todo en su vida fue como en la nuestra”. Se trata nada menos que de la verdad de la Encarnación, de la verdad de nuestra vida».
Historia de una misión (H. U. von Balthasar, Herder, p. 39-42), sobre Santa Teresa de Lisieux, que leeremos en el Seminario.
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