«Se atribuye al poeta latino Virgilio la expresión tempus fugit –el tiempo se escapa, el tiempo vuela– que evoca en nosotros el veloz transcurso de los días, de los meses, de los años. Todos los acontecimientos de nuestra historia han ocurrido en el tiempo, en un momento determinado que existió alguna vez y ya no volverá. Este carácter único del tiempo ha maravillado –y también, por qué no decirlo, asustado– al hombre de todas las épocas.
En nuestros días hemos llegado a convertir el tiempo, tal vez, en un bien más de consumo […] Quizás para controlarlo mejor, lo hemos compartimentado, fragmentado en distintos momentos: el tiempo de trabajo, el de ocio, el que es sólo para mí, el que es para los demás. Falta unidad, cohesión e integración a nuestro tiempo, al que es de cada uno. Vivir el día de hoy es una gracia que podemos pedir.
Surge entonces la pregunta: ¿qué puede dar unidad al tiempo? ¿Qué puede darle sentido? ¿Qué llena de contenido cada minuto de la vida? Para el cristiano la respuesta es sencilla: se trata de ser consciente de una Presencia, de una Persona que irrumpe en mi tiempo y no se marcha; que actúa en mi vida hoy, que me regala una continua sucesión de momentos preciosos donde la gracia se puede dar, la ilusión puede nacer y la esperanza se puede mantener. Son oportunidades de gracia ¿podemos verlas?
Cristo se hizo hombre en el tiempo, en un lugar concreto, en una época concreta. Nos salva en el tiempo. Este conocimiento ilumina cada minuto de la vida del hombre, en todas las épocas, en todos los lugares.
Controlar, planificar, organizar, son palabras que se han hecho un hueco en nuestra vida. […] El plan previamente planificado que no ha salido adelante provoca en mí un enfado, una molestia, una sensación de fracaso que puede, a veces, degenerar en ansiedad. «Debería haber sido de otra manera» nos decimos, pero ha ocurrido de esta otra, y nos vemos incapaces de aceptarlo y disfrutarlo. Es por ello que vuelve a aparecer la gracia que nos salva, que nos permite ver las cosas desde otra perspectiva: depositar todo nuestro tiempo en Dios, y que Él escoja, dé sus medidas, haga sus planes, es un acto de confianza.
Vivir en el hoy, sin fugas hacia delante ni hacia atrás es una gracia que podemos pedir…»
Artículo aparecido en el Boletín Ama y Sirve de los Siervos de Jesús (Nº 69, Abril 2020). Aquí texto completo.
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