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Los medios materiales pobres
Hay medios materiales que son propios del espíritu. Son los medios materiales pobres. La cruz está con ellos. Cuanto son más ligeros en materia, más desasidos, menos perceptibles, son tanto más eficaces. Porque son puros medios para la virtud del espíritu. Son los medios propios de la sabiduría, que no es muda, sino que grita en las plazas públicas, pues lo propio de la sabiduría es gritar así y necesita, por tanto, medios para hacerse oír. El error está en pensar que los mejores medios para ella son los más potentes, los más voluminosos.
Lo espiritual puro es actividad completamente inmanente, es la contemplación, y para asegurar su eficacia, para llegar al corazón de Dios, no necesita desplazar ni un solo átomo aquí abajo. Y en esto reside la condición de su eficacia. Demasiado tenues para ser detenidos por un obstáculo, llegan donde las fuerzas mejor equipadas no alcanzan. A causa de su pureza atraviesan el mundo de un extremo a otro. No estando ordenados a triunfar tangiblemente, no llevan en su esencia una exigencia interna de éxito temporal, participan, por los efectos espirituales que persiguen, de la eficacia del espíritu.
Cuando Rembrand pintaba, cuando Mozart, cuando Satie han compuesto sus obras; cuando Tomás ha escrito la Suma y Dante la Divina Comedia; cuando Platón y Aristóteles hablaban a sus discípulos; cuando Homero cantaba, cuando David cantaba y los profetas profetizaban, eran los medios temporales pobres.
Finalmente ¿cuáles eran los medios temporales de la Sabiduría encarnada? Ha predicado por las aldeas. No ha escrito libros, que era un medio de acción todavía demasiado material, no ha fundado periódicos ni revistas. Tuvo por única arma la pobreza de la predicación. No preparaba discursos ni conferencias; abría la boca y el clamor de la sabiduría, el frescor del cielo descendía sobre los corazones.
Jacques Maritain, Religion et Culture. Editions Desclée de Brouwer, 1930.
