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La disciplina de la alabanza
El 27 de febrero de 2021 tuvimos la primera sesión de los «Encuentros de Profesores» nos adentramos en el tema de la «Disciplina de la alabanza» bajo el pensamiento del pedagogo suizo Anton Schmid. Este profesor de primaria afincado en Alemania, propone “La disciplina de la alabanza” más que la alabanza de la disciplina. No es un mero juego de palabras, sino la idea de que la alabanza es un sometimiento libre, una disciplina de la persona, como respuesta ante la belleza de las cosas, que rapta el corazón. La alabanza es lo más libre, y lo que más nos disciplina.
Esto sugiere algunas preguntas como: ¿a dónde nos llevaría la disciplina por la disciplina? ¿Sirve de algo una disciplina vacía de contenido? También en una banda de ladrones hay lealtad, dice Platón.
“Disciplina” viene de “dicere”, aprender.
La música, una disciplina deportiva, o cualquier actividad, impone su método, sus renuncias, a lo que uno se somete voluntariamente. No se impone de manera autoritaria, sino que la misma realidad se ofrece, y de esa donación surge un deseo libre de someterse a ella.
Encontrarse con lo real es encontrarse con lo bello (en el sentido antiguo, griego de la palabra, no en el sentido moderno) lo que tiene autoridad en sí mismo, aquello no necesita ser defendido porque basta con su presencia, no aquello que me gusta o me satisface a mí. Así mi subjetividad queda subyugada por algo objetivo, que me hace salir de mí. No es valioso porque yo le atribuya valor, lo tiene en sí.
El maestro domina la disciplina (la materia). Sabemos que cuando falta este dominio, esta relación viva entre la disciplina o materia y el maestro, falta la disciplina en la clase, se genera intranquilidad. Si los contenidos no absorben la atención de los alumnos, se genera indisciplina. Claro, también en ocasiones se genera intranquilidad por otros asuntos, quizá por los propios problemas de los alumnos… ése es tema de otro encuentro.
«El maestro de escuela» de Adriaen van Ostade
