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Como vienen
«Nuestra principal regla de conducta es tomar las cosas como vienen. Quien se aparta de su camino como esquivando las ocasiones de disfrutar de la vida que le salen al paso, tiene una fe débil, o una conciencia extrañamente deformada; le falta altura de miras. El auténtico cristiano disfruta de las alegrías terrenales, pero de tal forma que no se preocupa cuando se acaban. No se interesa mucho por bienes de ninguna clase, excepto los eternos, pues sabe que los recobrará todos en el mundo futuro. Sin embargo, se guarda mucho, por un motivo religioso, de condenar hasta los dones más pequeños y pasajeros, ya que los considera regalos de Dios; y cuando se reciben así, proporcionan una alegría más pura y profunda, aunque es menos ruidosa. Y si, en ocasiones, se abstiene de algo, lo hace para no usurpar lo que pertenece a Dios o para evitar que alguna cosa se le vuelva imprescindible por haberla usado de continuo.
Nuestro Salvador nos da un ejemplo que debemos seguir. Él era mucho más que Juan el Bautista; sin embargo, él no vino con la austeridad exterior de Juan, con lo cual está condenando que nos mostremos externamente rigurosos y tristes, y nos aconseja a sus seguidores que ayunemos en privado y seamos austeros en lo secreto del corazón. Verdad es que no se puede aprender en un día semejante autodominio, compostura y fe interior –si se pudiese, ¿para qué emplearíamos la vida que se nos da?; se nos da precisamente como tiempo de lucha para obtenerlos–».
John Henry Newman, Sermones parroquiales, tomo 1, Ed. Encuentro, p. 308.
