Tras la buena experiencia del año anterior, la Fundación Maior organizó la segunda edición de su Seminario de Música, cuyo propósito es dar a conocer la obra de cuantos compositores hayan hecho de su fe o bien de sus inquietudes religiosas el sustrato de toda o de una parte de su creación artística y su pensamiento estético.
El compositor al que se dedicó el seminario en esta ocasión fue Igor Stravinsky (1882-1971). Formado en el seno de la ortodoxia rusa, Stravinsky es autor de una extensa obra cuya constante es lo sagrado y lo ritual. Su fe revive y se afirma en su música a partir de 1925, justamente el año en que el poeta francés Jean Cocteau, su gran amigo y colaborador, vuelve al seno de la Iglesia de la mano de Jacques Maritain, quien a su vez se había convertido de la mano de Léon Bloy.
Lector de San Agustín, de Dionisio Areopagita y de Soloviev, de Santa Teresa y de San Juan de la Cruz, amante de los clásicos greco-latinos (Sófocles, Virgilio) y de la gran música polifónica de los siglos XV, XVI y XVII, en especial de la obra de Heinrich Isaac, Carlo Gesualdo da Venosa y de los maestros venecianos Andrea y Giovanni Gabrieli, Stravinsky nos ha dejado notables declaraciones acerca de la esencia del arte y de la música y sobre la creación artística y la experiencia estética, con razonamientos que recuerdan con frecuencia a los de G. K. Chesterton, cuya obra conocía. Sus planteamientos contribuyeron a configurar una sensibilidad muy generalizada entre los artistas europeos a partir de la década de los años veinte y de la que es un buen testimonio justamente el primer trabajo de Hans Urs von Balthasar, El desarrollo de la idea musical (1925). En las sesiones, y entre otros textos, se reflexiona sobre dichas manifestaciones del compositor, procedentes principalmente de entrevistas concedidas a periódicos y de sus libros Crónicas de mi vida (1935) y Poética musical (1942), así como de las Conversaciones con Igor Stravinsky (1959), de Robert Craft, director de orquesta y amigo del maestro ruso ya en su etapa americana, y de quien se ha dicho con razón que nos ha hecho el servicio de estar a su lado, a semejanza de la relación entre Eckermann y Goethe.
Además, escuchamos, de forma parcial o completa, y comentamos algunas de las principales composiciones de Stravinsky, dedicando una especial atención a las de carácter sacro (Sinfonía de los salmos, Canticum Sacrum, Requiem Canticles). Mediante audiciones comparadas, escuchando así piezas no sólo de Stravinsky, sino también de algunos de los músicos que más admiraba, nos introduciremos en las constantes del lenguaje musical del compositor ruso. En este acercamiento, es fundamental la audición y el estudio de una de sus obras maestras, la Misa, para coro y doble quinteto de viento, compuesta entre 1944 y 1948 sobre el texto del ordinario de la misa católica y concebida para la liturgia.
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