Continuamos el recorrido hecho por Konstantín Stanislavski hasta descubrir el verdadero estado creativo del actor, y el modo de acercarse a él. Observa nuestro director cómo algunos actores llegan al teatro sólo unos pocos minutos antes de comenzar la función, el tiempo justo para vestirse y maquillarse, sin considerar la necesidad de hacer una preparación espiritual del personaje. Este actor “no tiene nada más que su talento. Llega al teatro con el traje en la maleta, pero sin equipaje espiritual. Mientras que otros, por el contrario, se presentan mucho antes del comienzo, repiten mecánicamente el texto del papel, se visten cuidadosamente y se maquillan temiendo llegar con retraso, pero se olvidan totalmente del alma. Tenemos miedo de llegar tarde a nuestra salida a escena, tenemos miedo de salir desarreglados al público. Pero no tememos llegar tarde al comienzo del proceso de vivencia del papel, siempre salimos al escenario sin preparación interior alguna, con el alma vacía, y no nos avergonzamos de nuestra desnudez espiritual. ¿Qué sentido tiene entonces subirnos al tablado? ¿Con qué y para qué subimos a escena?”
Hay que evitar todo lo falso, pero también la rutina que todo lo envejece, hay que volver siempre al inicio: “En lo único que se puede creer es en la verdad. Por eso hay que encontrarla. Comprendí que la creación empieza en el momento en que en el alma y en la imaginación del artista aparece ese mágico “si” creativo, es decir, la verdad supuesta, imaginada, ése es el momento en que el actor se encuentra en condiciones de crear.” El “si mágico” de Stanislavski es un si condicional que permite al actor partir de un contexto imaginario y tomarlo como real, pensando, por ejemplo: si este decorado de tela y madera fuese el castillo de Elsinor y me acabasen de revelar que ese actor que tengo aquí delante es el asesino de mi padre ¿cómo me comportaría con él?
Arte y verdad no pueden separarse nunca. Paradójicamente, en el arte dramático esta verdad aparece con claridad, a pesar de ser todo fingido. Para ello “el actor debe poseer una imaginación fuertemente desarrollada, una ingenuidad y confianza infantiles, una sensibilidad artística para la verdad tanto en su espíritu como en su cuerpo. En la sensación de verdad está la barrera de seguridad contra la mentira escénica, el sentido de medida, la reserva de ingenuidad infantil y la libertad muscular.
La búsqueda de la verdad será, por tanto, el punto de inicio del proceso creativo del actor. “Solo entonces, con la ayuda de la sensación de verdad, conseguí una auténtica relajación muscular y una auténtica concentración en el escenario.”
Elena Domínguez, directora de La Pequeña Compañía de la Fundación Maior
Enlace Sentir la verdad del teatro (III)
Enlace Sentir la verdad del teatro (II)
Enlace Sentir la verdad del teatro (I)
Etiquetas: Textos sobre Teatro
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