«¿Qué es lo que hay en el ser de las cosas que provoca el asombro? Algunos filósofos antiguos han enumerado las propiedades que se encuentran en el ser de las cosas. Una de ellas es la Belleza. Podemos decir entonces que una de las características del ser que provoca asombro en los niños es la Belleza.
La Belleza a la que se refieren los filósofos es Belleza con B mayúscula. La de verdad, como diríamos coloquialmente. Esta se define en filosofía como “la expresión visible del Bien y de la Verdad”.
Lo Bello para un niño sería todo aquello que respeta la verdad de su naturaleza, su orden interior, sus ritmos, su inocencia, su proceso verdadero de aprendizaje, etc. El amor y el consuelo de su madre le llegan a través de su sonrisa, de su mirada cariñosa. El ritmo que le conviene le llega a través de la observación de la naturaleza. Descubre los colores a través de la Belleza de las flores del campo. Descubre el silencio a través del ruido intermitente del viento en las hojas del bosque. Es importante que el niño experimente a través de lo cotidiano, de la verdad de las cosas, de la realidad, no de la virtualidad.
La Belleza nunca se impone, pero la mirada limpia del niño la percibe sin esfuerzo o con un esfuerzo que no parece tal, comparado con el gozo que le provoca la Belleza. Tan solo hay que dejar que llegue a su alcance, como hacía Montessori con sus alumnos: “Por otra arte, la belleza del ambiente y de todas las cositas que contiene invita al niño a actuar, a multiplicar sus esfuerzos porque todas deben ser atrayentes; los paños de color para limpiar el polvo adornados con cintas, las escobas decoradas con dibujos, los pequeños cepillitos, son graciosos; las pastillas de jabón, círculos y rectángulos, rosas y verdes. Todo ello parece llamar al niño y decirle: “Ven; tócame; cógeme; con el paño vestido de fiesta, limpia esta mesa reluciente; toma la escoba tan bellamente adornada y limpia con ella el pavimento; venid también, adorables manitas, y sumergíos en agua y jabón”.
Y así es la belleza la que estimula a los niños respondiendo todos los días a las disposiciones individuales que nacen en su alma».
Catherine L’ecuyer, Educar en el asombro, Plataforma Ed. 2012, p.136-142.
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