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Experiencia de asombro
«Del maravillarse y admirarse (thaumazein) como el origen del filosofar nos han hablado Platón en Teeteto y Aristóteles en su Metafísica. Ya en el siglo XX, Ludwig Wittgenstein escribe en su diario que “el milagro artístico es que exista el mundo. Que haya lo que hay”. Y en su Conferencia sobre ética, del año 1930, afirma: “Voy a describir la experiencia de asombro ante la existencia del mundo diciendo: es la experiencia de ver el mundo como un milagro.” Por su parte, Martin Heidegger, en ¿Qué es la filosofía?, al explicar la afirmación de Platón y de Aristóteles, puntualiza que el asombro (Verwunderung), en cuanto maravillarse ante lo dado, no es simplemente el punto de partida del filosofar, sino arché que “domina de cabo a rabo cada paso de la filosofía”, es decir, constituye el elemento permanente del filosofar. Ahora bien, yendo más allá de Heidegger, Balthasar, que, como ya hemos dicho, es artista antes que filósofo y teólogo, contempla el ser mismo comportándose como asombro, como milagro y maravilla (thauma): el pensamiento “dice -contra Heidegger- que no es sólo extraño que el ente [corpóreo-espiritual: el hombre] pueda […] asombrarse del ser, sino más bien que igualmente el ser, como tal y por sí mismo, sea hasta el final ‘asombro’, que se comporte como un ‘milagro’ admirable, extraña y asombrosamente.
Goethe supo ver el milagro del ser en la naturaleza, como nos recuerda Balthasar. Así lo expresa en su poema sobre la rosa:
“Se te reconoce como la más bella,
te llaman reina del reino de las flores;
Testimonio irrefutablemente universal,
que la discordia disipa,
¡maravilloso suceso!
Pues tú eres,
no eres simple apariencia
[…].”».Jordi Pons, El camino hacia la forma. Goethe, Webern, Balthasar, Ed. Acantilado, Madrid, 2015.p.18-19
