«Usted escribe como si un cuento de hadas fuera algo importante. ¿Es preciso que tenga un significado? No se puede evitar que lo tenga. Si tiene proporciones y armonía, tendrá vitalidad, y la vitalidad es la verdad. Es posible que, en un cuento de hadas, la belleza resulte más clara que la verdad, pero sin la verdad no habría belleza y el cuento de hadas no proporcionaría goce alguno. Sin embargo, quien se sienta conmovido por la historia la interpretará según su propio carácter y formación: para una persona tendrá una lectura y para otra persona una lectura distinta.
En tal caso, ¿cómo puedo yo tener la seguridad de que no estoy leyendo el significado que yo le doy, sino el que usted le da? ¿Y por qué debería tenerla? Lo mejor sería que lo leyese buscando el significado que tiene para usted. Ésa sería una operación intelectual más elevada que la simple lectura del significado que yo le di. Supongamos que mi hijo me pregunta qué significa el cuento de hadas, ¿qué debo contestarle?
Si usted no sabe qué significa, ¿qué hay más sencillo que decírselo? En cambio, si usted encuentra un significado, debe comunicárselo. Una genuina obra de arte ha de significar muchas cosas. Cuanto más verdadero sea su arte, más significados tendrá. Por ejemplo, si uno de mis dibujos dista tanto de ser una obra de arte que, a modo aclaratorio, debe especificar por escrito esto es un caballo, ¿qué importancia tiene que ni usted ni su hijo sepan qué significa? Es menos importante transmitir un significado que despertar un significado. Si ni siquiera despierta su interés, déjelo estar; tal vez haya ahí algún significado, pero no para usted. Insisto, si usted no puede reconocer un caballo cuando lo ve, el nombre escrito al pie no le servirá de mucho. En cualquier caso, no es tarea del pintor enseñar zoología.
Más aún: lo mejor que cada uno puede hacer por el prójimo, una vez sacudida su conciencia, no es proporcionarle asuntos sobre los que pensar, sino despertar aquello que anida en su interior; es decir: conseguir que piense por sí mismo. Lo mejor que la naturaleza hace por nosotros es propiciar en nuestro interior aquellos estados de ánimo que suscitan pensamientos elevados».
GEORGE MACDONALD, Cuentos de hadas. Ed. Atalanta, 2012.
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